No “existía” administrativamente lo que
suponía “una situación de completa indefensión” para sus enfermos. La
incorporación al sistema sanitario se ha realizado conforme a las directrices
autorizadas por la OMS y que otros países ya habían adoptado para esta
enfermedad.
MADRID. España ha reconocido oficialmente la sensibilidad química múltiple
(SQM) al incorporarla a su Clasificación Internacional de Enfermedades o CIE
(el sistema con el que la Sanidad clasifica y codifica sus diagnósticos).
Esta es la fórmula autorizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS)
para que un gobierno —bajo ciertas pautas— pueda oficializar las dolencias de
sus ciudadanos que ella aún no ha catalogado a nivel internacional.
De esta forma España se suma a la lista de países que reconocen la SQM como
Alemania (2000), Austria (2001), Japón (2009), Suiza (2010) o Dinamarca (2012).
El
proceso se ha llevado a cabo a través de una Proposición no de Ley (PNL)
presentada por la diputada María del Carmen Quintanilla del Partido Popular;
tras una petición que le hizo llegar el Fondo para la Defensa de la Salud
Ambiental (Fodesam), con la colaboración del Servicio de Información sobre
Sensibilidad Química Múltiple y Salud Ambiental (SISS).
Un reconocimiento largamente esperado
El
reconocimiento era una antigua reivindicación del creciente número de afectados
por esta enfermedad, que arrastran un calvario cotidiano porque “muchos de los
productos químicos comunes en la vida diaria les pueden causar reacciones como
dificultades para respirar, palpitaciones, vómitos, irritaciones en la piel o
dolores de cabeza recurrentes —apunta la diputada popular—.
Por ello, la
SQM cambia la vida de quienes la padecen y los obliga, en muchos casos, a vivir
con innumerables medidas de prevención para no entrar en contacto, ni en el
aire, con esos productos”. Así, salir a la calle o entrar a una tienda pueden
ser, para estas personas, tarea prácticamente imposible.
A este padecimiento
se le añade el del inadecuado trato que muchos de estos enfermos reciben por
parte del sistema sanitario, situación que se espera que el reconocimiento de
la enfermedad ayude a cambiar progresivamente.
Pero si algo representa la inclusión de la SQM en la CIE, es lo más
elemental para un enfermo: que se reconoce su existencia sanitario-legal.
Porque lo que no aparece en la CIE queda en un "limbo"
administrativo, que para los pacientes de SQM implica “una situación de
completa indefensión —como admite la iniciativa en su exposición de motivos—,
puesto que más allá de sufrir sus dolorosos efectos, no pueden recibir por
parte de los sistemas públicos de salud la atención que merecen”.
Por ello, la
PNL señala que su finalidad es “dar un reconocimiento a esta enfermedad física
asociada a la exposición a sustancias químicas tóxicas y facilitar de este modo
el manejo clínico y jurídico de la misma” para permitir a sus afectados
“disfrutar de los derechos básicos en materia de salud, asistencia y demás
derechos derivados reconocidos por la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y por las Cartas Magnas de todos los países democráticos”.
"Es
una cuestión de justicia —expone la diputada popular—. La mejor solución en
estos momentos para que puedan salir de la situación de indefensión en la que
se encuentran hasta ahora".
Un tremendo calvario
“La situación de estas personas es muy difícil —destaca Carlos de Prada,
presidente del Fodesam—. Como ha señalado María del Carmen Quintanilla, su
intolerancia a sustancias sintéticas frecuentemente empleadas en la sociedad
actual, aún a niveles bajos aparentemente ‘aceptables’ para otras personas les
dificulta extraordinariamente su vida cotidiana porque los obliga con
frecuencia a vivir confinados en su hogar, casi como ‘personas burbuja’; y a
ponerse mascarilla las escasas veces que salen a la calle, en medio de la
incomprensión general”.
La SQM afecta al sistema nervioso
central, pero también puede provocar disfunciones en otros sistemas como el respiratorio, el
gastrointestinal o el cardíaco. Se trata de una “enfermedad emergente” de
“naturaleza” crónica y “tóxico ambiental” que —como indica la PNL— provoca una
“respuesta fisiológica frente a multitud de agentes y compuestos químicos” que
pueden encontrarse en ambientadores, colonias, productos de aseo personal, de
limpieza, comida, agua del grifo, ropa, cosmética, tabaco… Por todo ello,
aunque como en otras enfermedades la SQM tenga grados y sus síntomas varíen
según los parámetros de salud y entorno “químico” del enfermo, es un problema
de difícil manejo, que además “limita de forma muy notable la calidad de vida”,
observa la PNL.
“El Parlamento Europeo la incluye dentro del número creciente de
enfermedades vinculadas a factores medioambientales”, resalta la PNL. “No en
vano —advierte María José Moya, responsable del SISS y enferma grave de SQM—, vivimos
en una sobreabundancia diaria de sustancias sintéticas, cada una con un nivel
distinto de certeza o incertidumbre sobre sus efectos en la salud, tanto de
forma individual como en sinergia entre ellas. Que apareciera algo como la SQM
era cuestión de tiempo”.
DEIA - Miércoles, 24 de Septiembre de 2014 - Actualizado a las 14:16h.
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